martes, 2 de octubre de 2007

RELATO: EVO

EVO

No puedo escribir, sin papel, ni tinta, ni lugar donde apoyarme. Nada hay en este maldito limbo donde estoy cautivo y nada queda de mí sino mi eterna existencia. Sólo la memoria es testigo de mi relato. Sin oidos donde volcar, sin escriba que copie mis murmullos. Unicamente mi eterna consciencia será testigo de mi leyenda.
Piensa el hombre que la muerte es el peor y definitivo de los males. Tanto la teme que es incapaz de vivir si llega a obsesionarse con su inevitable presencia. Ninguno sabe que se oculta un castigo peor que el de dejar existir. Existir por siempre donde nada queda; tocar la misma materia de Dios y sentir la soledad eterna como único premio a tu valor.
De qué le servirá a un hombre vivir para siempre si nada resta que hacer con sus años. Abandonado en un infierno donde nada puede hacer, donde arrepentirse de haber deseado ser inmortal, pues la privación de su existencia es la única llave que puede abrir su celda.
Al comenzar el cautiverio se lucha por salir, primero con reposo, después con impaciencia, finalmente con enfermiza determinación, igual que la fiebre consume la razón. Después te sientas, te compadeces, sientes lástima de tí, odio por tí. Es un camino sin fin que se alarga más allá que la vida de cualquier mortal. Pero nada cambia. Los mismos colores, el mismo olor, la misma nada.
La soledad, la ausencia de ilusión, la imposibilidad de fuga. Encerrado por siempre, donde nada cambia, todo permanece igual a tu alrededor, igual que tu cuerpo, eterno, mientras sólo son tu razón y alma quienes allí se consumen.
Y al final encuentras la salida. Sabes que tu cuerpo es la clave. Mientras sigas atado a su inmortalidad, tu mente nunca podrá escapar de aquel limbo. Así que decides aislar ambas materias, transmutar tu pensamiento, llevarlo lejos de la carne, para que huya del infierno. Y es así como tu voz suena, como alguien escucha, como tú dictas y alguien escribe.

No hay comentarios: